Pensándolo bien, es cierto que de verdad cuesta, pero
también pienso que, si cuesta, toma la decisión con cabeza. Define tu
personalidad esperando, madurando cada paso que se da hacia ser una persona
hecha y derecha. ¿Y qué pasa si no lo hago? Pues realmente no pasa nada, porque
es lo que hace el 99% de las personas que, al menos yo, conozco. Sabiendo esto,
es igual de importante definir bien y por el camino correcto la personalidad
como ser coherente con la decisión tomada. Pero por desgracia no es eso lo que
podemos ver en el día a día, a cualquier persona. No conozco a mucha gente, y
mucho menos coherente, pero aquella que de verdad lo es creo que lleva una vida
de plenitud, tanto con sus penas como con sus glorias. Y es algo que me gusta e
intento vivir.
Y lo que más rabia me da es aquella gente que no es
coherente. Aquella gente que es víctima de rabietas infantiles, que es un
quiero y no puedo, que solo desea y tiene vagos sueños de lo que quiere hacer,
pero no llega nunca a poner nada en práctica. Lo que voy a escribir es algo que
espero que, algún día, esas personas hagan. No lo digo solo por mis amigos, si
no por todos aquellos que lean esto y se sientan identificados: si alguna vez
pensáis en tomar una decisión, llevadla hasta el final, hasta las últimas
consecuencias, no importa lo arrepentidos que estéis en algún momento de la
decisión. Si eres coherente, saldrá, y saldrás, bien.
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